jueves, 3 de agosto de 2017

El fin de las FARC-EP



Durante décadas los gobiernos uno tras otro, exponían como parte de su programa de gobierno el fin de la guerrilla, las FARC, serían cosa del pasado. Incluso hubo algunos como el ministro de defensa Rafael Pardo ahora ministro del pos-conflicto, quien afirmó; que en menos de 18 meses se acabarían las FARC, por ello, desplegó uno de los más grandes operativos, después del Plan Colombia, en la zona de la Uribe; Meta. En contra del Secretariado, en el lugar conocido como Casa Verde.

Con lo que no contaba Gaviria-Pardo, es que este ataque le sirvió a la insurgencia, para cambiar sus tácticas y formas de lucha, esto les permitió desplazarse por casi toda la geografía con el crecimiento de sus frentes, donde fueron actualizando sus formas de lucha y de combate al Estado, enemigo político.

Pese, a que los gobiernos prometían el fin de las FARC-EP, por la vía armada, les resultaba más fácil, arrasar poblaciones, bombardear caseríos, asesinar extrajudicial, toda una serie de prácticas que violan el DIH, incentivar el conflicto, aumentando el número de miembros de las Fuerza Pública, incrementado el abultado presupuesto para la guerra. Ningún gobierno pudo acabar con la insurgencia por las armas, sin olvidar que la CIA en los gobierno de Uribe y Santos presto sus oficios, desplegando agentes y operativos.

Esto puede demostrar que la Fuerza Pública, a pesar, de ser la mejor equipada en la región, de ser la más letal que entra a matar como dijo alguna congresista experta en esos temas, de recibir incentivos y los mejores sueldos para los militares de carrera, no lograron acabarla, por el contrario, se degradaron como institución no solo por violar los derechos humanos, arte aprendido en la escuela de las Américas, diseñada para tal fin, sino que fueron más lejos, cuando la estrategia de la guerra con toda su degradación no les dio más réditos, decidieron inflar las muertes en combate, con jóvenes humildes de las ciudades, en busca de oportunidades, quienes fueron presa fácil del ofrecimiento de estos militares, los falsos positivos, demostraron una práctica perversa de acabar con la pobreza.

Estas prácticas entre otras demostraron, el nulo interés de los gobiernos, en ampliar la capacidad del Estado, modificar las prácticas corruptas, que impiden el desarrollo y crean asimetrías sociales, incluir vastos sectores sociales en la toma de decisiones, por lo que el Estado ha sido copado por una élite que gobierna bajos sus propios intereses, con graves implicaciones sociales, el país logró alcanzar el deshonroso tercer lugar en inequidad.

Todos estos elementos han contribuido para la permanencia de la guerrilla y el crecimiento de sus militantes, no solo la violencia que debieron afrontar muchos de sus integrantes, fue el factor que determinó su militancia, la falta de condiciones mínimas como educación, salud, trabajo, para una vida digna. Pese a esto, los gobiernos no han entendido que el problema de la guerrilla y otros factores de violencia van asociados a la falta de oportunidades, a los bajos niveles de políticas públicas y al trabajo digno. Qué pasaría si todos los colombianos tuvieran un empleo digno, bien remunerado, los servicios de salud de forma eficiente, educación gratuita y obligatoria.

Al sentarse el gobierno a dialogar con la guerrilla, acepta que lo que necesita el país, es una transformación de todo orden, especialmente social, de reincorporar no solo insurgentes, sino territorios al ordenamiento jurídico del Estado, pues, hasta el momento lo que muchos colombianos conocían del Estado era la fuerza pública, con toda su violencia, sumergidos en el completo subdesarrollo y abandono, territorios que ni el propio gobierno sabe que existen.

El Acuerdo de paz, parece ese tratado que busca, el reconocimiento del otro, como actor político y factor de cambio, que se puede constituir en el salto hacia la modernización del país, con planes de desarrollo, vías terciarias, educación y progreso. Pese a esto, el gobierno no parece interesado en cumplir lo pactado, lo que puede terminar con reciclar el conflicto y la violencia.

La guerrilla acordó como elementos esenciales para iniciar la implementación, su ubicación en zonas transitorias y la entrega de armas, por su parte el gobierno debería hacer lo propio con la implementación. Pese a esto, el gobierno ha venido improvisando y dándole poca importancia a estos temas. Estos hechos, han derivado en deserciones de parte de algunos insurgentes, con el agravante que un frente sigue en pie de guerra.

La resolución de los conflictos no son tareas fáciles, pese a esto, Colombia tiene una amplia experiencia en procesos de paz, donde la gran mayoría, sino todos se han encontrado con el incumplimiento del gobierno, y la desprotección total de los alzados en armas, por lo que se ha seguido reciclando el conflicto social. Una mala apuesta del gobierno es hacerle conejo a lo pactado y esperar que los grupos de extrema derecha que son muchos le hagan el trabajo sucio, sobre esta experiencia el país también es pionero.
Con esto no solo se estaría tirando a la borda la posibilidad de vivir en un país en paz, sino que por el contrario se estaría entrando en un conflicto de inesperadas consecuencias. Esto solo depende del Estado.

Finalmente en este momento cuando la ONU, está extrayendo, los contenedores con las armas y que determinan el fin de las FARC, como movimiento alzado en armas, vale la pena preguntarse si esta fue una revolución fracasada.


Confieso que para mí y tantos estudiosos de los temas sociales, el fin de las FARC, no se había contemplado como parte de una negociación, ni en estos momentos, cuando en el mundo existe una tendencia hacia la reactivación de las guerrillas. A Santos le digo que de usted depende que esta no sea una quimera de vivir en paz.